Llevo mucho tiempo inhalando silencio, me huele la mirada a podredumbre de soledad, cambia el rumbo del viento al respirar... ese es mi angustioso letargo, una carretera sin curvas, ni postes de luz o desvíos donde me perdí en el grito de mi aliento.
Yo era un sueño buscando mi calma dentro de la tempestad, forjando mi vida para acabar fraguando en sus manos, sin que nadie hablara del miedo que da olvidar por completo cuando la memoria deambula entre un abismo leve y uno profundo.
Entre ese bucle que forma el infinito me he alineado y me enraicé a esta indómita sensación de emociones casi ciegas, en el medio de una penumbra donde se mezclan las luces y las sombras, donde soy un precioso equilibrio inestable.
Cuando amanezca y en los incendios del sol me hierva la sangre, estaré desnudo hasta los huesos, estaré llorando hasta que el dolor se vaya lejos, seré dos alas nacidas de tus ojos, porque tú me amaneces... y yo sólo me oscurezco más.
En alguna de mis letras sobreviviremos eternizados, Nunca nadie nos volverá soñar como lo hicieron nuestras almas encadenadas, nunca volverá a sonar una canción tan triste como la que despedían mis lágrimas cristalizadas, rompiéndose al caer en tu piel... he llenado de inmortalidad aquel momento para que no muriese conmigo.
2 comentarios:
Y que hermoso saber que lo más puro de nosotros es lo que nos hace inmortales... muy buena entrada.
Dicho sea de paso, me encantó ese texto que tenés más abajo, El alimento de un beso. Escribís hermoso.
Un abrazo grande! Nos estamos leyendo.
Y yo sigo echándote de menos y agobiada por no saber cómo estas cada día. Estuve buscando toda la tarde la oportunidad de poner el ordenador para ver si en el blog tenías tu correo, y no, así que seguiré esperando que arreglen tu celular hahahha Espero que estes muy muy bien, en serio, que no te falte el ánimo, que te quiero mucho.
Un abrazo muy muy fuerte
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