tocando fondo en unos ojos aún más oscuros que la misma,
esos que rellenan el silencio con presencias vacías.
Que recogen mis excesos dejándome correr en el tiempo...
porque esperar aquí, es como ser las manecillas de un reloj sin cuerdas.
Llegando tarde a mi vida me hundo en el misterioso tono de una mirada que se cierne sobre la mía,
y casi puedo oír su voz susurrándome desde lo más profundo, que cada uno de mis comienzos tiene la inocencia de no saberse final.
Despiertan las sombras y me envuelven,
en un escalofrió prohibido que no lleva letras ni palabras que alguien pueda comprender.
Ni trozos de esperanza que queden después de otra noche.
Empañada mi visión por las lagrimas del sauce, a veces te observo... desde la oscuridad.
Desde el temor a encerrarte en una herida que jamas pueda sanar.
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